Aquí, bajo tu cuello, donde termina el largo de tu cabello, aquí comienza la planicie que he devorado con la mirada, en su curva pronunciada, he dejado varios secretos que mis labios le han contado, y se guardan entre sus diminutos vellos esperando ser descubiertos y tal vez contados. Es tu espalda un delirio, un desnudo para un óleo, una estrofa de canción o un verso de un poema.
Que curioso ese lunar, justo a la altura de tu costilla derecha, es el más grande y distinguido, tienes uno más, bajo el hombro izquierdo, otro pequeño que se alinea a tu columna y una mancha en tu piel que se asoma para darle un toque especial al color que ahí predomina.
Fuera el sujetador, sus líneas se quedan marcadas, señal de que esa prenda estuvo contigo todo el día. Libre al fin, mi vista se llena de su esplendor, su fuerza ha mermado y requiere un descanso, quizá las caricias de mis manos que impacientes están de acercarse y hacerte sentir una mujer consentida, que se merece lo mejor al final del d
Negras, como la noche, es media noche, retiras las zapatillas, que adornaron tus piernas esta noche. Negras, suela roja, piernas blancas, divino contraste, lo divino es mirarte. Tus piernas largas y esas pantorrillas marcadas que resaltan al momento en que las calzas. Zapatillas negras en tus piernas que provocan, la vista se enamora, cuan largas son, explorarlas, cuan suaves son, tocarlas, cuan bellas son, admirarlas, cuan deliciosas son, besarlas. Si de mí es tarea cotidiana estoy dispuesto a aceptarla. Zapatillas negras, ya tus pies descansan, ¡que fortuna! Ahora e stán en mi cama.