¡Efusivo! Me acerqué con demencia, desabroché con tanta urgencia
esa blusa que incluso rompí la varilla de tu brassier. ¡Locura! Pero es que tus
besos, mis torpes manos a tu lado se vuelven hábiles, ansiosas, a veces no tan
cuidadosas, pero es que tu espalda, como me encanta tu espalda. Y de repente mi
vista se llenó de tu cuerpo, ¡vaya cuerpo! tomé tu cintura y con un pequeño
impulso te sentaste en el escritorio; ¡ups! se rompió el teclado, ¿qué más da? lo
reemplazaremos. Tu espalda contra la madera del escritorio, cayó una libreta,
¡cuidado con la taza de café! Deseo, nos ganó el deseo, tú, yo, una oficina, unos
minutos, tu espalda arqueó, mis músculos se tensaron, todo terminó en minutos;
¡respira! relájate, ponte la ropa nuevamente; ¡rayos¡ ahora recuerdo que rompí
la varilla del brassier y tu computadora se quedó sin teclado. Dame unos
minutos, voy de compras.
Así fue como conocí… Tus labios. Fue un suspiro que se alejó de tu cuerpo para acercarse a mi oído, que provocó un beso robado que ni lo fue tanto por tu nerviosa complicidad, fue en una sonrisa que al mínimo detalle dejaba ver la inocencia de una mujer con ganas de vivir. Y después, después tu mirada. Qué tan noche pudo ser en realidad no importaba pues la luz que tus oscuros ojos emanaban era aún más fuerte que la de cualquier astro que con propia luz se iluminara. Cruzaste conmigo tu mirada sólo para descubrir secretamente que para entonces ya me amabas. Entonces descubrí tu cuerpo. Escultura que se tiende horizontal sobre mis sueños, tan desnudo como musa, tan deseado como el pecado que castigamos, tan seductor que sonrojas al más fino de los amantes, tan tuyo y en aquel instante tan mío que no perdí el instante de tocarlo con mis besos y guardarlo en mi pensamiento. Al momento, hacer el amor se volvió en demanda una tarea tan amena como cotidiana. Y la pasión y...
Comentarios