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Mostrando entradas de marzo, 2011

El lápiz

La miraba fijamente desde la butaca de atrás, la maestra frente al grupo hablaba y hablaba, para mí, sólo eran sonidos sin sentido, mi mente estaba con ella, a sólo tres filas delante de mí, observaba su cabello, imaginaba el perfume que tenía puesto, veía como su muñeca guiaba firmemente el lápiz sobre la hoja blanca, no tenía idea de lo que dibujaba, pero a mí, a mí eso no me importaba. Martha; hacía tiempo que quería hablarle pero no encontraba razón alguna para poder acercarme a ella, siempre rodeada de sus amigas, me limitaba a observarla desde la distancia pensando en que decir cuando estuviera cerca, pensando mis primeras palabras, pero no se me ocurría nada. La maestra daba sus últimas líneas de la clase y todos guardábamos nuestros útiles en las mochilas preparándonos para salir, Martha guardó sus libretas, me sentía un poco loco al estarla observando durante tanto tiempo, pero es que cada movimiento, cada una de sus sonrisas me hacía suspirar. El timbre sonó, t

XVIII

Tanto y tanto que te di que te di todo sin quedarme tanto, con todo y todo te vi partir en silencio y desencanto. Pero en tanto tú partías otro corazón llegó, y todo aquello que yo repartía ella sin dudarlo lo tomó. Ese tanto que guardé otra más lo aprovechó, mira que no tanto esperé y pensando sin pensar todo llegó.

Ausente

Sí, lo sé, he estado ausente, pero he de confesar que me había perdido, no sé qué ruta tomé, sólo sé que caí entre tus brazos y ahí desperté. Todo comenzó en el camino que me llevó hacia tu cuello, ni siquiera lo noté, pero mis labios quedaron pegados a el, en realidad fue un solo instante pues recuerdo que el recorrido de mis labios hacia tu boca no se hizo distante. Y fue en tus labios donde perdí la noción del tiempo, beso tras beso, enredado en tu aliento, no sé cuánto tiempo pasó, pero si se que ahí nació la pasión. Y tomé el camino hacia tus senos, fue un recorrido delicado con la punta de mis dedos. Y después, la brújula del deseo indicaba hacia el sur, la vertiginosa caída fue hacia tus caderas que impacientes esperaban, y las manos eran guías de los besos que seguían, por cada parte de esa piel, por cada rincón de un conocido-desconocido camino delirante. Sí, lo sé, he estado ausente, pero ¿cómo no perderme en el centro de tu cuerpo?  En el afecto haci