Sí, tú. Y es que aún no he abierto los ojos por la mañana cuando siento tus brazos rodear mi cuerpo y el dulce aroma de tu cabello se cuela por mi nariz; inevitablemente me haces sonreír. Porque al abrir los ojos muestras esa mirada de inocencia, tan tuya y tan bella, y tus labios besan mi mejilla y claro es que en ese instante ya me has robado otra sonrisa. Incluso si no estás conmigo; una foto tuya en el monitor de la computadora, un breve mensaje de texto, o escuchar tu voz por el teléfono, motivos suficientes para arrebatarme más sonrisas aún siendo sólo instantes breves. ¿Y qué haces con todas ellas? Soy cómplice de esos hurtos pues cada sonrisa que me quitas es algo que disfruto, ya sea que en mi rostro apenas esté esbozada o bien se trate de una carcajada, seguiré entregándotelas sin discutir, alimenta tu alma, libera la mía; no dejes de sonreír, ladrona de sonrisas, que en toda esa alegría se me va la vida. … y realmente lo disfruto.