Tomé el oscuro de la noche para colorear tu cabello, un oscuro que cubre sin temores, que contrasta con la luz perenne de tu rostro y que incluso puede provocar mal de amores. Y tus ojos los dibujé como estrellas, aquellas que desde allá arriba observan, inalcanzables, impenetrables, reflejando brillos de innumerables emociones. De aquella flor robé el color, lo puse en tus mejillas, de su perfume y suavidad llené tus labios y con sus espinas cubrí tu cuerpo delicado. Aún no estás completa sobre el blanco lienzo dibujada, me daré el tiempo de contemplarte y si el mismo tiempo me permitiera tocarte sabría entonces con que color iluminar tu corazón, aunque este mismo pudiera cambiar, del rojo al negro o a cualquier color, porque es incansable su intenso palpitar que no comprendo el tono que debiera aplicar. Pero he ahí tu esencia, de amiga, de madre, amante, compañera, he ahí tu esencia, en esa parte de tu cuerpo que aún no logro dibujar.