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Mostrando entradas de 2016

Atreverse

Hoy te miro y te miro, con tus labios ardiendo y tu boca sedienta que pide un beso que quizá pueda ser en aquel verde prado, en la cafetería o la tienda de helados, si, quizá pueda ser pero te miro otra vez con tu cabello enredado y tus ojos volando que ni siquiera me ven, entonces pienso que no me harás caso y que nada pueda ser, pero un beso robado si me acerco a tu lado aunque tú no me mires y no sepas quién soy, te diré mi nombre y tal vez sonrías o tal vez no, aunque mi atrevimiento está por los suelos y mis pies pegados a el que no puedo ni moverlos por los nervios que siento y es que te miro y te miro pero nada que me atrevo.

Agua

La tempestad se formó en tu cabello, revuelto, nublado, mojado, en cascada sobre tus hombros que rompen su caída, diluyendo, salpicando, erosinando tu piel y refrescando mis manos quebradas. Lluvia en ti, el agua de tu cuerpo, setenta por ciento, lavo mi lengua en el porcentaje acumulado en tus senos, enjuago mis manos allá por tus caderas y me sumerjo en el caudal formado en tu ombligo, en cascada se precipita, mojas, empapas, humedad sobre mis dedos, que acarician tu vientre y me dejo llevar por el torrente, fuertes pendientes, irregular travesía que me deja entre tus piernas para beberte, hidratarme, saciarme, ahogarme.

La misma luna

Y ahí él, bajo la misma luna pensando en esa piel canela que perfuma sus venas y droga sus pensamientos, deformando sus instintos con la necesidad de ir a su encuentro y tener su cuerpo hasta rendirse entre sus piernas. Cuenta la luna que él recorría su espalda como si nunca la hubiera explorado y que ahí donde las velas atestiguaban el encuentro, la tomaba sin piedad entre sus implacables manos, entre sus incontrolables besos, sólo para raspar sus senos con la barba, para lamer sus piernas con el veneno de sus besos, para saciar su hambre de deseo. 

¿Quién te crees tú, para meterte de tal manera en mis pensamientos? Con esos labios rosados que saben a miel y cerezas, a trigo y avena, azúcar y café. Con ese largo cabello que se siente como agua y pétalos, como plumas y pastizal, que huele a mango y cacao, a tierra mojada y fresas de temporada. Con ese color de piel que llena mis ojos, tan suave canela, tan rosa a la luz, tan vivo en la oscuridad. Con esas manos suaves que acarician y maltratan la piel ajena para demostrar cariño, pasión y deseo. Con esas palabras que suspiras en mi oído, que dejas plasmadas en el móvil, en una pantalla, en una carta; tú y tus maneras de seducirme, de enamorarme, de apasionarme.  Tú que me robas una sonrisa, que hurtes mis deseos; tú y tú que de blanco y rojo, de morado o negro, de café o amarillo siempre encuentras la manera de llenarme de color. ¿Quién te crees tú? Sí, tú…

Su primer año

Sentí por primera vez el cariño reflejado en tus labios, entonces abrí los ojos a lo desconocido más nunca tuve miedo, sabía que los dos estarían ahí, para dirigirme, para corregirme, para enseñarme a soñar. Y así ha pasado mi primer año: Aprendí lo que es amar a través de sus caricias, cuando suspiran el nombre que me han dado en mis pequeños oídos acompañado de ese dulce beso que refrescaba mi frente y el incomparable abrazo con toda mi mano a uno de sus grandes dedos. Conocí que la ternura se multiplica y que las sonrisas se contagian, que el llanto es mi expresión, pero que también mis “ojitos” lo son, balbuceos que les arrebatan alegrías, gritos que los desesperan, gestos que comunican y algunos manotazos que aun no comprendo si hacerlo está bien o no. Experimenté muchos sabores, texturas, olores, todavía no me queda claro que me puedo comer, que huele bien o que huele mal, si es algo que puedo tocar, aprendo y me divierto, tú me enseñas pero por ahora todo para mí es part

Simplemente un beso

Sus labios húmedos los de él se apreciaban secos, lo único por hacer era seguir una trayectoria horizontal hacia ella pero cerró los ojos y sus narices chocaron, se rieron por supuesto, una risa nerviosa, ambos lo estaban y lo volvieron a intentar; esta vez hubo más cuidado, él se acercó despacio hasta sentir cerca su aliento, ella levantó ligeramente los labios, con los ojos entreabiertos él calculaba tiempo y distancia, no quería golpearla otra vez, finalmente sintió su cálida saliva untando por fin sus labios, después no supo que hacer. Fue uno de esos besos que perduran en el pensamiento, no fue el más largo ni el más delicioso, fue un simple beso de un par de humanos nerviosos que pretendían demostrar sus sentimientos, fue uno de esos besos con el cual sonreirán al paso del tiempo, lo recordarán y les causará gracia, fue un beso torpe, inexperto, juguetón, fue un beso de primavera de esos que se suelen dar bajo un cálido sol.

Varilla y teclado

¡Efusivo! Me acerqué con demencia, desabroché con tanta urgencia esa blusa que incluso rompí la varilla de tu brassier. ¡Locura! Pero es que tus besos, mis torpes manos a tu lado se vuelven hábiles, ansiosas, a veces no tan cuidadosas, pero es que tu espalda, como me encanta tu espalda. Y de repente mi vista se llenó de tu cuerpo, ¡vaya cuerpo! tomé tu cintura y con un pequeño impulso te sentaste en el escritorio; ¡ups! se rompió el teclado, ¿qué más da? lo reemplazaremos. Tu espalda contra la madera del escritorio, cayó una libreta, ¡cuidado con la taza de café! Deseo, nos ganó el deseo, tú, yo, una oficina, unos minutos, tu espalda arqueó, mis músculos se tensaron, todo terminó en minutos; ¡respira! relájate, ponte la ropa nuevamente; ¡rayos¡ ahora recuerdo que rompí la varilla del brassier y tu computadora se quedó sin teclado. Dame unos minutos, voy de compras.

Mujer

El homenaje es para ti, mujer. Que secas las lágrimas de los tuyos y te sobra fortaleza para secar las propias. Que abrazas de manera sincera, cariñosa, desinteresada. Que transmites tu inteligencia, en consejos, en problemas, en tareas. Que besas y te atreves, y te atreves a besar. Que te empeñas, en lo cotidiano, tu casa, el trabajo, tu familia. Que te preocupas por el resto y que te ocupas de ellos. Que iluminas con tu sonrisa, que alegras con tu mirada. Que seduces con un guiño de esos que indudablemente atrapan. Para ti. Que transmites seguridad, que reflejas el triunfo de tu ser. Que has logrado el éxito en la forma que este tenga, en la forma que le has dado. Que eres incansable e inquebrantable. Que eres hermosa, en tu cabello, en tus labios, en tus senos, en tus manos. Que sueñas, que vives, que logras. El homenaje es para ti, mujer, que lo eres todo y por todo lo que eres.

Canela

Qué droga hay en tu piel que aspiro con insano fervor acaso es el perfume, bálsamo de tu presencia, feromonas por el aire, estoy presto, dulce, picante, canela,  de canela color, aroma, sabor tu mirada, tu aliento, tu cuerpo. Coloreas tus senos, te observo y de fantasías me llenas, es canela el contorno de tu cuello, la fisura en tu espalda, el aroma detrás de tus orejas, todo el largo de tus piernas que contrasta con el negro de tu cabellera que en el cielo deja también la misma esencia,  y la aspiro mi droga, por una fosa, por la otra, imágenes de ti, de mí, de tu aroma, de tu figura, dando vueltas sobre mi cabeza, sobredosis de deseo, vuelo, siento, y mis manos que te ansían y mi boca que te pide en mil gritos más que un beso y que vaya acompañado de sabor canela.

XXI

El frío se cuela por las rendijas del aluminio, el cristal se empaña de a poquito; metidos en la cama bajo una sábana polar y un edredón gigante no hay nada mejor que abrazarte para calmar la tempestad, el problema es que al abrazarte comienza la otra tempestad aunque en realidad ese no es un problema.

El espejo

El espejo no miente, afortunado es, te observa desnuda en el diario cotidiano,  desnuda también de vez en cuando una sonrisa de tus labios. Algunas gotas caen en él  mientras tu largo cabello cepillas, cascada en color negro que salpica libertad cuando sin ataduras sobre tu espalda cae. El reflejo de tus ojos cuyo deseo de torna café ante la luz tan natural del astro que por tu ventana en un resquicio dejas entrar te observan a ti misma a través de él y aunque el tiempo le ha opacado la visión tu reflejo sigue intacto, la curva en tu cadera, la altura precisa de tu cuello, la caída de tus hombros, la simetría en tus largas piernas. Desde ahí, colgado sobre esa blanca pared el espejo no miente, el reflejo de ti mujer, de belleza permanente.

A ritmo de un trovador

De fondo en el reproductor sonaba una guitarra clásica acompañada por la voz de un trovador, la duela se acaloraba con cada uno de los pasos que ambos daban al ritmo de la canción, uno a la izquierda, uno a la derecha, a veces una media vuelta, despacio y con delicadeza; la letra incitaba a pedir un beso, un beso grande; una varonil mano apretaba la tibia espalda de su acompañante, sus brazos no apretaban pero sabía acomodarlos perfectamente junto a sus costillas para acercarla a su cuerpo al tiempo que ella se sostenía de su cuello y aprovechando de vez en vez la invitación, lo acercaba para robarle un beso.  Vaya sorpresa cuando sus dedos jugueteando por toda su espalda descubrieron el cierre del vestido, el café de sus ojos de inmediato se comunicaron con el iris verde que esa noche tenían un brillo singular y sin soltar una sola palabra ella le indicó que lo podía retirar. Y así la ropa se desvaneció sin remordimiento, las telas abandonaron ambos cuerpos para arrinconarse sin e