De fondo en el reproductor sonaba una guitarra clásica acompañada por la voz de un trovador, la duela se acaloraba con cada uno de los pasos que ambos daban al ritmo de la canción, uno a la izquierda, uno a la derecha, a veces una media vuelta, despacio y con delicadeza; la letra incitaba a pedir un beso, un beso grande; una varonil mano apretaba la tibia espalda de su acompañante, sus brazos no apretaban pero sabía acomodarlos perfectamente junto a sus costillas para acercarla a su cuerpo al tiempo que ella se sostenía de su cuello y aprovechando de vez en vez la invitación, lo acercaba para robarle un beso.
Vaya sorpresa cuando sus dedos jugueteando por toda su espalda descubrieron el cierre del vestido, el café de sus ojos de inmediato se comunicaron con el iris verde que esa noche tenían un brillo singular y sin soltar una sola palabra ella le indicó que lo podía retirar.
Y así la ropa se desvaneció sin remordimiento, las telas abandonaron ambos cuerpos para arrinconarse sin estorbar en algún lugar del piso, él exploraba la irregularidad de su espalda mientras ella acariciaba su rasposa barba y los besos entre sus labios se giraban descubriendo un nuevo sabor; para entonces, al minuto 3 de la sexta canción sus sentidos experimentaban su propio ritmo, dejando de lado más no sin abandonarlo el acompañamiento del trovador con el que todo comenzó.
Vaya sorpresa cuando sus dedos jugueteando por toda su espalda descubrieron el cierre del vestido, el café de sus ojos de inmediato se comunicaron con el iris verde que esa noche tenían un brillo singular y sin soltar una sola palabra ella le indicó que lo podía retirar.
Y así la ropa se desvaneció sin remordimiento, las telas abandonaron ambos cuerpos para arrinconarse sin estorbar en algún lugar del piso, él exploraba la irregularidad de su espalda mientras ella acariciaba su rasposa barba y los besos entre sus labios se giraban descubriendo un nuevo sabor; para entonces, al minuto 3 de la sexta canción sus sentidos experimentaban su propio ritmo, dejando de lado más no sin abandonarlo el acompañamiento del trovador con el que todo comenzó.
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