Hoy te miro y te miro, con tus labios ardiendo y tu boca sedienta que pide un beso que quizá pueda ser en aquel verde prado, en la cafetería o la tienda de helados, si, quizá pueda ser pero te miro otra vez con tu cabello enredado y tus ojos volando que ni siquiera me ven, entonces pienso que no me harás caso y que nada pueda ser, pero un beso robado si me acerco a tu lado aunque tú no me mires y no sepas quién soy, te diré mi nombre y tal vez sonrías o tal vez no, aunque mi atrevimiento está por los suelos y mis pies pegados a el que no puedo ni moverlos por los nervios que siento y es que te miro y te miro pero nada que me atrevo.
Así fue como conocí… Tus labios. Fue un suspiro que se alejó de tu cuerpo para acercarse a mi oído, que provocó un beso robado que ni lo fue tanto por tu nerviosa complicidad, fue en una sonrisa que al mínimo detalle dejaba ver la inocencia de una mujer con ganas de vivir. Y después, después tu mirada. Qué tan noche pudo ser en realidad no importaba pues la luz que tus oscuros ojos emanaban era aún más fuerte que la de cualquier astro que con propia luz se iluminara. Cruzaste conmigo tu mirada sólo para descubrir secretamente que para entonces ya me amabas. Entonces descubrí tu cuerpo. Escultura que se tiende horizontal sobre mis sueños, tan desnudo como musa, tan deseado como el pecado que castigamos, tan seductor que sonrojas al más fino de los amantes, tan tuyo y en aquel instante tan mío que no perdí el instante de tocarlo con mis besos y guardarlo en mi pensamiento. Al momento, hacer el amor se volvió en demanda una tarea tan amena como cotidiana. Y la pasión y...
Comentarios