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El camisón

La tarde agonizó hace algunas horas, sus dedos tecleaban algunas letras sin sentido que se reflejaban en la todavía vacía hoja del procesador de texto, y pensaba:

-       -  ¿Por qué mis dedos están sobre esta fría computadora y no sobre sus suaves piernas? -

Su mirada se perdió en el brillo del monitor, en un intento de volver al trabajo que realizaba sin avance alguno, su mente no procesaba palabras, nada de lo que escribía tenía sentido; aquel proceso que intentaba ejecutar estaba lejos de tener la atención que requería.

Volteó hacia la puerta de la habitación, bajo la rendija de la puerta se podía ver la destellante luz que provenía de la televisión y entonces volvió a pensar:

-Seguramente ya se habrá puesto su camisón de dormir, ese pequeño pedazo de tela con impresión de flores que le regalé hace tiempo. Recuerdo haberlo comprado a propósito, si claro, a propósito, corto y sexy, de tirantes, ligero, para la temporada de calor y por supuesto ligero para el deleite de mis ojos.

Tomó un poco de agua fría recién sacada del refrigerador y pensó en el trabajo que tenía, pero sus ideas ya se encontraban muy lejos de su objetivo.

La visualizó en su mente, recostada sobre su costado izquierdo, con la cabeza apoyada en la almohada y su cabello intentando no enredarse en la funda azul. Sus ojos cerrados, derribados por el agotador vaivén de todo el día; su respiración tranquila, serena, escapando del estrés y devolviéndola poco a poco a un mundo de sueños y fantasías.

La había visto de esa manera en muchas ocasiones, y, aun así, la imagen siempre era diferente y encantadora.

Los tirantes resbalando por sus hombros, en posición horizontal, ya no luchaban contra el peso del camisón, solo se rendían ante la fuerza de gravedad. Las formas de sus senos se acomodaban al breve encaje que servía como una decoración extra para la prenda; la caída de la tela sobre su cadera hacia resaltar el inicio de sus largas y bien formadas piernas, es ahí, donde la ropa en cuestión, ya no cubría absolutamente nada.  

- Sus piernas. - Pensaba.

Estaba completamente enamorado de esas piernas.

Estiró sus dedos que tronaron al dejar a un lado el teclado, estos temblaron intempestivamente ante la conocida sensación que le provocaba tocar las piernas de su chica. De inicio a fin las conocía, pero ocasionalmente se detenía en algún lugar de su largo recorrido hacia los pies para descubrir algo nuevo en su piel; una pausa sobre la rodilla y un beso en esa zona para explorar los poros y causar un agradable estremecimiento, continuando hacia abajo para reencontrase con sus pantorrillas que rápidamente envolvía en sus manos y apretaba con gentileza para devolverles el favor de admirar su belleza, con un breve masaje apapachador.

El reloj había avanzado sin que lo notara, el trabajo que esperaba hacer esa noche seguía inconcluso, en realidad, no había nada.

- ¿Guardar los cambios? – Preguntó en un mensaje el equipo. 

– No, – fue la inmediata respuesta para posteriormente apagarlo y caminar de prisa hacia la habitación donde la mujer que ocupó sus pensamientos durante esos minutos lo esperaba sobre la cama.

Abrió la puerta y miró al interior; ahí estaba ella, bella y precisamente con ese camisón; sonrió y se acomodó acostado detrás de ella para poder abrazarla, sintió su cálido cuerpo sobre la tela, la apretó hacia su pecho y suspiró con una ilusionada sonrisa.

 

Toño Morales

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Y después de algún tiempo me encuentro con una lectura deleite, no había duda del valioso contenido. Lo amé... Pez-b.

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