La carta que no se escribió.

Hojas arrugadas llenaban el cesto de basura, una sobre otra, con letras incompletas y párrafos perdidos, con un inicio que parecía final pues las hojas carecían de escrito, me tomaba del cabello, el poco que queda sobre mi cabeza, observaba mi libreta y ocasionalmente miraba hacia el techo de la habitación, como si ahí pudiera encontrar respuestas, lo único que deseaba era escribirte una carta, decirte cuanto lo sentía, hacerte saber cuánto te necesitaba, pero el bolígrafo se negaba a escribir palabras que en mi cabeza no tenían sentido, palabras que no podían ser enlazadas para formar una frase que a ti, que a ti te gustara.

Decidí entonces encender la computadora, abrí mi correo y me dirigí a la bandeja de entrada, no había mensajes tuyos, sólo basura acumulada. Elegí la opción “nuevo correo” y después busqué tu email entre mis contactos, el cursor parpadeaba, mi vista se nublaba de tanto fijar la mirada sobre el monitor, pero nada, el editor seguía en blanco y a mi sencillamente no se me ocurría nada.

Sí, me equivoqué, sí, te extraño, sí, deseo que estés nuevamente a mi lado, pero ahora no sé cómo expresarlo. ¿O es que quizá no quiera expresarlo?

Tal vez sea mejor mañana, te puedo visitar de sorpresa en el trabajo o esperaré a que caiga la noche para verte en tu casa, no sé si me recibas, no sé si pueda preparar algunas palabras o simplemente estando ahí, frente a ti, algo pueda improvisar.

Creo que será mejor descansar y por el momento dejar las hojas en blanco, así como mí mente, quizá mañana se pueda escribir una historia diferente, claro, si me atrevo a verte.