Levanté la mirada y te vi, asombrosa, delicada y elegante, con una copa que parecía vino blanco en tu mano. Perdí la noción del tiempo mientras te observaba, pasaron no lo sé, quizá unos segundos, minutos tal vez cuando por fin reaccioné, entonces suspiré y caminé hacia ti abriéndome paso entre la gente, un salón repleto, gente brindando, bailando, el motivo por el que estábamos ahí no lo recordaba, en mi sólo existía una celebración y eso era tu belleza.
Era rosa, no un rosa fuerte sino un rosa tenue que combinaba muy bien con el color de tu piel. Enmarcaba tus caderas y caía perfectamente por todo el largo de tus divinas piernas, descubría tus hombros dejando ver el esplendor de todo tu cuello, de ahí que se me antojara tanto morderlo. No recordaba haber visto ese vestido aunque si recordaba haber visto esa incomparable espalda enmarcada por un escote que se cerraba justo arriba de donde terminaba; repito, terminaba la espalda, vaya curva que después de ella se formaba.
Te tomé de la cintura, la suave tela era ajustada, volteaste y sonreíste, tomé tu mano y caminamos hacia la pista del baile donde por supuesto bailamos. ¿Te he mencionado que me gusta verte bailar?
Retiré el primer broche de la espalda que sujetaba el vestido a tu espalda, retiré el segundo, el vestido cedió un poco a la gravedad, retiré un broche más y cedió por completo. Por cierto, ¿mencioné que ya estábamos en la intimidad de la casa?
Me alejé unos centímetros para admirarte, tu cuerpo estaba al descubierto, el vestido yacía arrugado en el suelo, lo levanté y coloqué sobre la cama, había cumplido su misión de esa noche pero ahora debía hacerse a un lado. Volví a ti, te apreté hacia mi cuerpo y después de un gran beso lo que siguió quizá lo cuente en otro momento.
Era rosa, no un rosa fuerte sino un rosa tenue que combinaba muy bien con el color de tu piel. Enmarcaba tus caderas y caía perfectamente por todo el largo de tus divinas piernas, descubría tus hombros dejando ver el esplendor de todo tu cuello, de ahí que se me antojara tanto morderlo. No recordaba haber visto ese vestido aunque si recordaba haber visto esa incomparable espalda enmarcada por un escote que se cerraba justo arriba de donde terminaba; repito, terminaba la espalda, vaya curva que después de ella se formaba.
Te tomé de la cintura, la suave tela era ajustada, volteaste y sonreíste, tomé tu mano y caminamos hacia la pista del baile donde por supuesto bailamos. ¿Te he mencionado que me gusta verte bailar?
Retiré el primer broche de la espalda que sujetaba el vestido a tu espalda, retiré el segundo, el vestido cedió un poco a la gravedad, retiré un broche más y cedió por completo. Por cierto, ¿mencioné que ya estábamos en la intimidad de la casa?
Me alejé unos centímetros para admirarte, tu cuerpo estaba al descubierto, el vestido yacía arrugado en el suelo, lo levanté y coloqué sobre la cama, había cumplido su misión de esa noche pero ahora debía hacerse a un lado. Volví a ti, te apreté hacia mi cuerpo y después de un gran beso lo que siguió quizá lo cuente en otro momento.
Comentarios
Ya andaré por aquí más seguido!
Saludos!! :D