Eres inalcanzable.

Te observo mientras sonríes

porque estás como en la nubes,

y te siento allá lejana,

como flotando en la inocencia

de la vida en la que vuelas

sin mirar aquí a la tierra

donde yo, te escribo poemas.

Y me veo en tu mirada

como un peón de tus deseos,

siendo estos los que quiero

tocar con tanto anhelo.

Pero te vuelves inalcanzable

y te admiro por serlo,

pues despiertas más deseo

en mi corazón que como forastero

se dibuja a escondidas

de tu alma impenetrable.

Te observo pensativa

y la mirada se me nubla de saber

que bajo ese largo cabello

que se mezcla con el bronce de tu piel,

se producen mil ideas

que moriría por conocer,

pues quisiera pensar que en tu mente

mis ojos están,

o que al menos se han cruzado

con los tuyos de azul cristal.

Y te admiro a la distancia

que es corta

pero también es larga.

Y te sueño entre figuras

que asemejan a las estrellas,

que ninguna de ellas resulta más bella

que tu propio cuerpo

al que miro y miro y también deseo.

Me resultas inalcanzable

porque eso es lo que creo,

que los días pasan y te observo,

y de ti, en ti cada día más me alejo.

Me llevo cada noche el sonido de tu voz

que he grabado entre mis dedos,

te grito en mis sueños y también te beso,

y tus ojos me asesinan y tus senos me calcinan,

el sabor de tu entrepierna

y el color de tus mejillas

cuando entre sueños desnuda

sobre mi cuerpo caminas

y tu sangre se une en voz y alma a la mía.

Te  veo inalcanzable,

tan lejos, tan cerca,

tan fuera de mi vista,

que te llevo en mi recuerdo

y quizá llegado el día,

te robe una breve sonrisa.